*Por Myriam Vidal Valero

Las fake news son un virus peligroso. Esparcen información incorrecta que, en el peor de los casos, modifica el pensamiento de las personas sobre temas trascendentales como la vacunación, la discriminación y su tendencia política. El problema es que probablemente ahora más que nunca, los canales para su distribución se han abierto tanto que parcialmente cualquiera puede producirlas y replicarlas (ya sea a propósito o por accidente), y los periodistas no estamos exentos.

Por ello, la fundación GABO se dio a la tarea de convocar a un grupo de periodistas latinoamericanos con la finalidad de discutir el tema y encontrar soluciones conjuntas al respecto durante el taller En busca de la vacuna contra la desinformación.  Aunque el taller se enfocó a revisar el tema desde la perspectiva del periodismo científico, algunos de estos consejos y reflexiones que comparto a continuación pueden ser trasladados a cualquier área del periodismo. Espero que se difundan al mismo ritmo que una noticia falsa.

Hay un error en tu lógica. La diferencia entre ciencia y pseudociencia

Si bien existen noticias falsas que a leguas son identificables para quienes tratamos temas científicos de manera regular, existen otras tantas que de entrada podrían parecernos extrañas pero no terminamos de distinguir del todo su veracidad o falta de la misma.

Cuando eso sucede lo mejor que podemos hacer es desentrañar la nota y revisar que el contenido científico que reporta cuente con las características intrínsecas a la ciencia, esto es, que  sus conclusiones estén basadas en pruebas o se hayan sometido a la validación externa, que sea objetivo (con más de una voz presente), que use el método hipotético deductivo, que muestre espíritu crítico, que se autocorrija y que fomente el crecimiento acumulativo o invite a nuevos hallazgos posteriores.

Si, por el contrario, nos encontramos con información que utilice anécdotas o las leyendas urbanas en lugar de evidencias, que hago uso excesivo del lenguaje científico pero sin un claro método científico, que afirme algo rotundamente y sin pruebas, que incluya contenidos paranormales, que confunda la correlación y la causalidad para afirmar algo, que se base en coincidencias y les atribuya un significado oculto y que solo considera sus aciertos sin un afán de autocorrección y revisión externa, los más seguro es que estemos frete a una nota pseudocientífica.

Ahora bien, identificar este tipo de contenidos es una cosa pero, ¿qué se supone que debemos hacer una vez que lo hacemos? Dado que muchas veces no tenemos control sobre la publicación original lo mejor que podemos hacer es evitar compartirlos. Pero si por alguna razón la información nos sobrepasa y compartimos algo falso como bueno, es importante que aprendamos el arte de la retractación y borremos el comunicado inicial.

También es posible llevar la cacería a un nivel más alto. Últimamente pareciera que los roles del periodista han pasado de ser “informante” a “moderador”, así que podemos optar por desenmascarar las fallas de la noticia, ya sea en redes sociales o publicando algo corregido.

Buenas prácticas periodísticas

Vamos a sincerarnos. Aunque existen noticias falsas que a todas luces buscan desinformar a las personas, también existe otra categoría de noticias falsas que, más que falsas, resultan ser inexactas. No quiero generalizar, pero apostaría que todos los periodistas de ciencia, y los periodistas en general, alguna vez a lo largo de nuestra carrera hemos incurrido en errores que han llevado a una nota inexacta.

Entre los más comunes están: no especificar el estudio del cual estamos hablando; dar la misma credibilidad a todos los estudios científicos; poner cifras y datos excesivos y descontextualizados; no acudir a la fuente directa para verificar la información; usar titulares sensacionalistas; pretender que entendemos de lo que estamos hablando y no preguntar nuestras dudas a los científicos o especialistas en cuestión; usar un lenguaje técnico excesivo; dar por hecho que nuestros lectores sabe de lo que estamos hablando; y no ser lo suficientemente transparentes con ellos como para decir que la información que les estamos presentando requiere una verificación más exhaustiva que se llevará a cabo con un seguimiento a la nota.

Con esto no pretendo evidenciar las fallas, que llegan a surgir por factores como la falta de comunicación entre áreas, la rapidez con que la información se mueve o la cantidad excesiva de trabajo que día con día malabareamos, sino generar un espacio de reflexión al respecto para aprender de los errores y perfeccionarnos en el futuro.

Para ello, comparto a continuación los Decálogos de las buenas prácticas. Estos decálogos fueron el resultado final del taller y surgieron como un esfuerzo conjunto de todos los presentes. Esperamos que les sean útiles y, si alguno de ustedes, maravillosos lectores, tiene algo que añadir al respecto, por favor háganlo. Todo conocimiento siempre es perfectible.

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¿Cómo tratar con los expertos?

Tratar con los expertos no siempre es sencillo, particularmente cuando no dominamos el tema en cuestión. Esto puede llevarnos a incurrir en vicios como creer ciegamente en lo que dice una fuente, consultar siempre la misma fuente sin diversificar las opiniones, dejar que la fuente modifique el texto o publicar información poco útil para quedar bien con el experto. Aquí las recomendaciones:

  1. Hacer una pre-entrevista sobre el enfoque del tema. Dejarle claro lo que se comunicará y, si el tema es controvertido, que se consultarán a ambos lados de la historia.
  2. Durante la entrevista, tratar de ser más coloquiales y hablar en un lenguaje sencillo. Consultarle al especialista si hay algo más que se pueda preguntar o saber, o que crea importante destacar.
  3. En la medida de lo posible, enviar parte de las citas a los expertos para corroborar si los datos son correctos y evitar errores. Esto fomenta la confianza entre periodista y experto.
  4. Consultar a terceros que no hayan participado de la nota (expertos) para revisar los datos, en la medida de lo posible.
  5. Mantener contacto con los especialistas para ir descubriendo potenciales temas de investigación o tener nuevos enfoques a partir de que estén aconteciendo en el presente.

Al escoger y verificar al especialista:

  1. Buscar el perfil profesional del experto (¿dónde estudió? ¿Pertenece a alguna organización o sociedad científica? ¿Dónde trabaja?).
  2. Hacer una revisión de su trabajo académico en páginas autorizadas (bibliotecas, revistas científicas, citaciones).
  3. Verificar si tiene conflictos de interés con el tema a tratar.
  4. Googlear el nombre del especialista.
  5. Preguntar a los especialistas conocidos a quién recomendarían para hablar sobre determinado tema.
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Asistentes del taller, al final de la sesión de DiálogosxPeriodismo.

¿Cómo construir historias más empáticas?

Comunicar ciencia para los amantes de la ciencia es sencillo. Se torna complicado cuando recordamos que nuestra audiencia es diversa y tienen creencias que se contraponen al quehacer científico. Al respecto, es importante recordar que la mejor forma de comunicar la ciencia es bajarnos del pedestal de “sabelotodo”. Es importante aprender a ser empáticos. Aquí los consejos:

  1. Conocer, en lo posible, a la audiencia a la que vamos a contar la historia.
  2. Utilizar el humor. Humanizar el dato científico.
  3. No subestimar a la audiencia. Dejar la idea de que somos superiores o, por el contrario, explicar todo de manera condescendiente.
  4. Contar las historias con amor, como se las contarías a alguien a quien quieres mucho.
  5. Utilizar metáforas y analogías tomadas de la cultura popular (cine, deportes, literatura y otros).
  6. Olvidarse de ser “vocero” de la fuente. Escribimos para la audiencia no para los especialistas.
  7. Despertar la curiosidad del lector.
  8. Mecanismos de feedback. Generar comunicación con la audiencia y responder a sus necesidades sin sesgos.
  9. Divertirse en el proceso y no perder la capacidad de asombro.
  10. Humanizar a los científicos. Contar las historias de los científicos en su carrera intelectual hasta lograr el avance que contamos

El caballo de Troya: periodismo científico

Si bien yo he aprendido a ver el fenómeno de las noticias falsas con un tanto de humor (porque hay que admitirlo, muchas son bastante graciosas al rayar en lo absurdo), no dejo de darme cuenta que son un problema serio.

Por poner solo un ejemplo, actualmente nos encontramos combatiendo una regresión en el tema de la vacunación. La generación de nuestros padres tenía claro que era importante vacunarse porque ellos mismas convivieron con los estragos de enfermedades como la Poliomielitis antes de que la vacuna existiera. Las nuevas generaciones ya no lo tienen tan claro. Hay una verdadera batalla desinformativa al respecto que ha llevado a que virus ya erradicados como el Sarampión vuelvan a proliferar y ganar fuerza.

Al respecto, aunque desinformación se combate con información, también necesitamos ver la forma como comunicaremos esa información. El periodismo científico es una de nuestras mejores armas al respecto. Los invito a ser autocríticos, encontrar aquellas cosas perfectibles en su oficio diario y tomar el control sobre lo que sí pueden controlar: la calidad de su propio trabajo.

fbt

Myriam Vidal Valero es licenciada en Ciencias de la Comunicación, de la UNAM. Labora como periodista freelance en The New York Times en Español, Medscape en Español y ¿Cómo ves? Ha trabajado como divulgadora de ciencia de la UNAM, en su boletín mensual Aquí entre nos, la página web ciencia.unam.mx, y el programa radiofónico La ciencia que somos. Ha sido colaboradora del periódico La Jornada como editora de la página web ciencias.jornada.com.mx. Es miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia 

 

Recursos adicionales

Ejemplos de notas pseudocientíficas, sensacionalistas o inexactas:

Ejemplos de buenas prácticas:

Libros

  • Por qué creemos en cosas raras: Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo, Michael Shermer, Alba, 2008.
  • Ciencia o vudú. De la ingenuidad al fraude científico, Robert L. Park, Grijalbo, 2001.
  • Convencidos, pero equivocados: guía para reconocer espejismos en la vida cotidiana, Thomas Gilovich, Milrazones, 2009.

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